jueves, 27 de mayo de 2010

De volar con zopilotes a nadar entre tiburones










Los días siguen y siguen y ya estoy cerca de los tres meses de viaje. El trabajo en Fudebiol avanza día a día, mucho madrugar, mucho caminar y muchas nuevas especies de aves son las que voy conociendo con cada salida. La selva ya es un lugar acogedor, los sonidos que tanto estremecen en las primeras caminadas, se convierten en sonidos familiares, pero siempre hay algo que cuando menos te lo esperas te sorprende y hay días que paso hasta cinco o seis horas caminando, conociendo y avanzando en mi proyecto. Desde los monos cariblancos, tucancillos o los minúsculos colibries que de vez en cuando se cruzan en mis pasos, nuevas flores y plantas hacen que este lugar nunca deja de ser sorprendente.
Ya está en Quebradas Dylan, nuestra nueva compañera de Inglaterra. Los primeros días hago de guía por la selva para que conozca la selva y para ella también es un lugar mágico, lleno de vida. Está tan contenta que se convierte en mi compañera de aventuras por la selva, con lo que aún me siento más seguro en mis caminadas al no ir sólo. En los dos primeros días conoce mucho más que el resto de voluntarios que están cerca de los tres meses y no le da miedo el levantarse a las cuatro de la mañana para ver aves, sorprendentes plantas o mariposas de mil colores, eso sumado al espíritu aventurero hace que atravesemos ríos, escalemos cataratas, baños en las pozas más recónditas de la selva y nunca queremos regresar por el mismo camino siempre queremos conocer más y es raro el día que no exploremos la selva. Todo eso a pesar de que ella no conoce nada de Castellano así que tengo que esforzarme lo máximo posible y recordar aquellos días en los que viajando por tierras Bálticas tuve que sufrir para poder comunicarme y aprender Inglés a la fuerza. A pesar de todo parece que no soy tan mal guía, aunque tenga que comunicarme en otra lengua diferente a la mía ya que un buen día nos visitaron un par de Estadounidenses y tuve que llevar a uno de ellos a la selva y a pesar de que le repitiera una y otra vez que para poder comunicarnos él tendría que hablar despacio, el hombre me hablaba en su Inglés-Norteamericano a toda velocidad, pero yo conseguí explicarle ciertas cosas que rodean los senderos, enseñarle alguna que otra especie de aves y al final del trayecto estaba tan contento con mi trabajo que me dió 2000 colones a pesar de que me negara una y otra vez.

Esa misma semana mi vecina y hermana de Cilian me dice que está ayudando a organizar un evento en un colegio bastante pobre en un barrio de San Isidro y que si podría realizar alguna actuación de malabares para los niños. Por supuesto que acepto encantado y me preparo para hacer malabares y pompas de jabón gigantes. Es un acto en el que participan muchos niños y niñas de la escuela, desde bailes, representaciones teatrales, canciones... y Dylan y yo inauguramos el acto con malabares y lo cerramos con las pompas. De repente nos damos cuenta de que tenemos a unos 20 niños detrás nuestro, todos encantados y lo pasaron realmente bien, tanto que no querían que nos fuéramos, fue bastante emotivo ver a todos esos niños y niñas con grandes sonrisas en sus bocas, todos bombardeándonos con sus preguntas. Al final aplausos, un pequeño detalle y hasta un diploma que colocaré en mi habitación cuando regrese a mi verdadera casa, para nunca olvidar que un día hice sonreír a un montón de niños y niñas.
También ayudé en la escuela de Quebradas a Katie y Elisa, que todos los Martes dan clase de reciclaje a los muchachos y trabajan en un invernadero que han montado en la escuela. Después de acudir dos Martes a trabajar con los niños y niñas a hacer castillos con cartones, separar plásticos, papeles, hacer compost y trabajar en el invernadero, conozco a un montón de chiquitos tanto de Quebradas como de Morazán(el pueblo que está pegando con Quebradas) hasta doy clases a mi “hermanita” Elizabeth con lo que ella está bastante contenta. Es muy agradable caminar por Quebradas y que los niños vengan corriendo a saludar. Estos niños y niñas realmente parecen pequeños adultos, es increíble la madurez con la que a veces hablan y el segundo día quedé realmente impresionado, ya que debido a la fuerte lluvia, el invernadero se empezó a inundar y entre ellos, bajo el tremendo aguacero y sin que nadie los dijera nada comenzaron a cavar un perfecto desagüe para evacuar todo el agua posible. A veces en casa, veo a Elizabeth con sus 9 años coger un gran cuchillo y pelar un mango verde(cosa nada fácil de hacer), exprimir un limón y añadir sal porque tiene hambre y siempre antes de probar un sólo bocado ofrecer a toda la gente de la casa, o recoger la ropa del tendedero porque parece que va a llover. Es increíble, pero siempre con la mentalidad y las ganas de divertirse de una niña. Algunas tardes las paso con ella ayudándola porque tiene algún examen o las tareas son difíciles.

En Fudebiol tenemos la visita de un grupo de la Cruz Roja, que vienen por un par de días a trabajar. Son jóvenes de entre 15- 18 años más o menos todos de la región de Pérez Zeledón y nos ayudan a quitar unas plantas invasoras de banano que hay que eliminar. Este grupo llega a Fudebiol, gracias a que la organizadora es prima de Fabio y ella quería hacer algún voluntariado ecológico, asique Fabio se puso en contacto con nosotros y así pudieron venir a aportar su granito de arena.
Otro día recibimos la visita de Manuel, un amigo de la Fundación al que le gusta mucho la fotografía de aves, asique paso un día con él por la selva haciendo un montón de buenas fotos y conociendo más especies. Muchas son las veces que me encuentro con él por San Isidro y ya es un amigo más.

Y ya llegó el día de partir hacia Isla del Caño. Una isla del Pacífico totalmente deshabitada y considerada como reserva biológica, a la que Oldemar, vecino y esposo de Liliana, hermana de Cilian, organiza viajes. Es el primer viaje que realizamos los seis voluntarios juntos, además de Oldemar, Don Güido(padre de Cilian), Don Luís Fallas, el padre de Elisa que vino por su cumpleaños a pasar unos días y Katerine de ACI Costa Rica. Además en el bote conocí a tres muchachos, dos asturianos y un canario que estaban haciendo un estudio de la fauna marina. Tras llegar a Uvita, cogemos un pequeño bote que nos llevará hasta la isla. Tras hora y media de trayecto y de infinidad de brincos(y paradas para los muchos que se marearon) llegamos a Isla del Caño. Allá nos pegamos un bañito y rápidamente nos equipamos para hacer snorkeling en alta mar. Fue increíble el nadar observando el fondo marino, perder el sentido de la orientación, pasar sigilosamente por encima de arrecifes de corales llenos de peces de todos los tamaños y colores y hasta alguna que otra langosta. Muchos peces de increíbles colores nadan a tu lado, como si fueses uno más hay veces que parece que se van a dejar acariciar e incluso estos muchachos que andaban estudiando la fauna marina nos contaron, una vez en el bote para regresar, que habíamos estado nadando bien cerca de un gran tiburón. Cuando te cuentan una cosa así no sabes si reír de alegría por que no te haya pasado nada o llorar por no haberlo visto...aunque tal vez si lo veo consigo correr sobre el agua del susto. Una vez regresamos a la isla, los que pudimos comimos algo para después ir a los senderos y adentrarnos en la espesura de la isla. Cuando nos preparamos para caminar, me doy cuenta de que mis sandalias están en el bote, y el bote está bastante lejos de la orilla...asique caminé durante más de una hora con los pies desnudos por la selva. Fue una gran sensación y realmente me sentí en contacto con la naturaleza, indefenso, una parte más de la Tierra. Tras caminar y caminar y otro largo viaje en el pequeño bote, regresamos a Uvita donde pasamos noche, para regresar a Quebradas al día siguiente. En el viaje de regreso, cuando ya estaba a punto de entrar en un profundo sueño debido al gran cansancio acumulado, un fuerte “bum” y un frenazo me hacen espabilar. Un camión que circulaba justo delante de nuestro autobús, colisionó con un carro en mitad de una curva. Por suerte no ocurrió nada grave y todo el mundo estaba bien, pero el carro quedo atravesado en mitad del carril contrario en medio de la curva y no se podía mover y era muy peligroso, ya que si algún otro carro bajaba un poco rápido no iba a ver al carro que bloqueaba la calzada y colisionaría también. Asique me bajo del autobús y ayudo a unos hombres a colocar señales con plantas y hierbajos en la calzada en el carril donde el carro bloqueaba la circulación y deteniendo a los demás carros que bajaban, advirtiéndoles de la colisión. Casi una hora, bajo la lluvia, arrancando hierbajos y caminando por el asfalto deteniendo a los carros, hasta que tráfico llegó. Después de esto, pude dormir tranquilo.

Ahora viene a Quebradas otro grupo de voluntarios Canadienses. Son unos muchachos y muchachas que viven en un pequeño pueblo que mantiene las costumbres indígenas y es muy interesante conversar con ellos, conocer sus costumbres, músicas y danzas y trabajar junto a ellos.

Esta vez he aprendido que no se puede tener miedo a lo desconocido,.seguramente si me dicen que a mi lado hay un tiburón, salgo del agua. Yo no lo sabia y no tenía miedo y pude continuar explorando el fondo marino sin que nada pasara. Al caminar descalzo por la selva yo sabia de los peligros, pero no tenía miedo y pude continuar explorando con total tranquilidad y hasta hacer caminos. Tal vez si llevo zapatos me cae un árbol encima y si pienso que en cualquier momento me puede caer un árbol en la cabeza, no saldría de casa nunca. Asique el miedo a lo desconocido, no es más que un factor mental que muchas veces nos impiden continuar. Las primeras semanas era incapaz de caminar sólo por la selva, todo eran nervios y mi cabeza no dejaba de inventar peligros que realmente no existían, eso es el miedo a veces, una falsa ilusión. Una vez conocida la selva se ha convertido en un lugar de relax, para disfrutar. Ahora soy capaz de caminar descalzo, con tan solo un pantalón corto y el miedo se ha convertido en aventura, algo estimulante. Si por culpa del miedo a la selva nunca hubiera caminado solo, nunca habría comenzado mi proyecto y no conocería nada de lo que esconde la selva, como ha pasado con algunos de mis compañeros. Siempre hay que ser conscientes de lo que nos rodea, no vaya a ser que nos muerda un tiburón, pero no podemos dejar de hacer cosas sólo por que no conocemos y no conocer, no puede ser miedo.

Ahora se acerca un nuevo viaje, una nueva aventura. Estaré fuera de Quebradas por unos 15 días, ya que tenemos que ir a San José por una semana a preparar el Día Internacional, día en el que cada voluntario que se encuentra en Costa Rica hará una representación de su país de origen, representaremos más de 20 países del mundo, desde Brasil, hasta la India, Islandia o Japón entre otros muchos. Después partiremos hacia Nicaragua por una semana , éste viaje marca la mitad de mi proyecto, los tres meses de viaje por Centroamérica.